21 May 2009

¡Hasta los políticos locales le tienen miedo a las turbas!

Prensa Libre (21 may 09)

“Pido a gritos que resuelvan este recorte, porque no tengo ni para pagar a los peones. En Concepción, Sololá, me van a linchar, porque no podré pagar sueldos. El Gobierno nos llama a manifestar, y nos paga recortándonos el presupuesto”.

BACILIO JURACÁN, Alcalde de Concepción, Sololá, por recorte presupuestario.

Huehuetenango otra vez con problemas

por Mike Castillo
Prensa Libre (21 may 09)


La muerte de un piloto y su ayudante, ayer en la mañana a manos de sicarios, así como la detención de uno de los presuntos responsables del hecho desataron la ira de los pobladores, quienes intentaron hacer justicia por su cuenta, pero al no lograrlo terminaron quemando la Comisaría 43 y destruyeron varias unidades de la Policía Nacional Civil (PNC).

Las fuerzas de seguridad recibieron una llamada telefónica en horas de la mañana, donde les informaban de un ataque armado contra un bus urbano en la 11 avenida y 8a. calle de la zona 1, que cubría la ruta de La Terminal, zona 5, al centro de la ciudad.

En el hecho murió el piloto Víctor Hugo Xutuc, de 30 años, de siete balazos, mientras que el ayudante José Octavio Cobón Vásquez, 20, resultó herido y fue llevado de emergencia al Hospital Nacional, en donde falleció horas más tarde.

Vicente Méndez, auxiliar fiscal del Ministerio Público (MP), informó que el móvil del crimen fue por negarse a pagar una extorsión, extremo que es investigado. En el lugar del crimen fueron localizados nueve casquillos calibre 9 mm y otras evidencias que quedaron en poder del MP.

Comienza la trifulca

Un grupo de unos 150 pobladores se dirigió a la Subestación 43-11 de la PNC, con intenciones de hacer justicia por su cuenta, pues se enteraron de que en el lugar estaba detenido uno de los supuestos responsables del asesinato.

Al no encontrar al detenido se fueron hacia la Comisaría 43, en donde después de dialogar durante una hora con policías, comenzó el enfrentamiento, ya que éstos se negaron a entregar al supuesto capturado. En ese momento se sumaron otras mil 800 personas, aproximadamente.

Los inconformes prendieron fuego a unas llantas frente a la sede policial, y minutos después rociaron gasolina para que las llamas se extendieran al interior del inmueble. Los agentes respondieron al ataque y lanzaron bombas lacrimógenos para dispersarlos, pero no lo lograron.

Un autopatrulla que se encontraba adentro del edificio fue incendiada, mientras que otras unidades fueron destruidas en distintas calles de la ciudad, por personas que se organizaron para repeler a los policías.

Afectados

Como ocurrió el viernes 23 de abril recién pasado, estudiantes de las escuelas de párvulos, Edelmira Mauricio, y de primaria, Jacinta Molina, sufrieron intoxicación por los gases lanzados por la fuerza pública. Socorristas de los Bomberos Voluntarios evacuaron a los afectados, lejos de donde se registraron los problemas.

La profesora Sandra Argueta lamentó que Huehuetenango se haya convertido en un lugar donde los estallidos sociales se hayan vuelto algo común, y lo peor es que no encuentran ninguna solución.

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20 May 2009

Extorsiones y asesinatos de pilotos llegan al interior

por Mariela Castañon
La Hora (20 may 2009)

Luego del asesinato de un piloto en Huehuetenango, se capturó a un presunto responsable del hecho, la población exigió se les entregara al acusado, pero como no cedió, quemó la subestación de la Policía, ubicada en esa localidad.

Según se dio a conocer, tras la muerte del conductor Víctor Hugo Xucté, de 37 años, la Policía Nacional Civil detuvo a un hombre sindicado del crimen; en este hecho también resultó herido el ayudante José Octavio Cobán, de 20.

La población enardecida, quiso tomar la justicia por sus manos y exigió a las fuerzas de seguridad entregaran al sindicado, con el fin de lincharlo, sin embargo los agentes no cedieron, fue por ello que prendieron fuego a la subestación policíaca.

De acuerdo con Bomberos Voluntarios Departamentales, han atendido varias emergencias de pilotos y ayudantes del transporte; sin embargo, tres han muerto en el intento de salvarles la vida.

Al cierre de este vespertino, las fuerzas de seguridad intentaban restablecer el orden público, ya que se vivía un caos.

Disturbios en Huehuetenango

Emisoras Unidas reporta que han habido serios disturbios en Huehuetenango, pues los pobladores han quemado una estación de la Policía Nacional Civil, molestos porque no se les entrega a un detenido, presunto asesino de un piloto de autobuses urbanos.

10 May 2009

Entrevista sobre los linchamientos

Para el artículo de elPeriódico, titulado "El linchamiento del sastre" y escrito por Marta Sandoval, se utiliza como insumo una entrevista que ella me realizó vía correo electrónico. La pueden leer completa a continuación. CM.

Cuestionario sobre los linchamientos en Guatemala

Preguntas: Marta Sandoval, elPeriódico
Respuestas: Carlos A. Mendoza (04 marzo 2009)

1. Es interesante que al empezar la época de paz, es también cuando surgen con más fuerza los linchamientos ¿Es una herencia de la guerra?

Aquí hay una premisa que podría estar equivocada. ¿Cómo sabemos que es a partir de la firma de los Acuerdos de Paz que empiezan los linchamientos? Realmente no hay datos para verificarlo. Lo que sucede es que MINUGUA empieza a registrar los casos en esa fecha. Nadie lo hacía antes.

Es necesario que A ocurra antes que B si queremos afirmar que A causa B, pero no es suficiente. El que algo ocurra (linchamientos) después de otro evento (guerra) no indica causalidad, puede ser simple casualidad. Se necesita explicitar los mecanismos causales para demostrar cómo A produce u ocasiona B. Eso no se ha logrado en el caso de los linchamientos. Seguimos manejando simples hipótesis.

He afirmado en mis trabajos de investigación que la guerra no lo explica todo. Podría explicar parte del fenómeno, como el repertorio de castigos públicos adoptados por las comunidades que linchan. Pero no basta la guerra para explicar el surgimiento de los linchamientos. Hay países donde hay linchamientos y no hubo guerra, y a la inversa, hay lugares donde también hubo conflicto armado pero no se han dado linchamientos.

Incluso, se sabe que los linchamientos han existido en Guatemala desde antes del conflicto armado. En documentos de mediados del siglo XIX un juez da testimonio de la “vuelta al sistema de azotes” como práctica de castigo físico en los pueblos de indios. Ver trabajo del historiador Brian F. Connaughton (2001), titulado "Moral pública y contrarrevolución: Nueva normatividad socio-gubernativa en Guatemala, 1839–1854. Parte segunda", pp. 188-129.

Por otro lado, también se podría explorar la hipótesis de que los linchamientos son “herencia de la paz”, en el sentido que fue el repliegue militar el que dejó un vacío de poder en el interior de la República. Cuando el Ejército regresa a los cuarteles, desaparece del área rural la única entidad del Estado con capacidad real para ejercer el poder coercitivo.

2. ¿Cómo nos quitamos el estereotipo de que los linchamientos son exclusivos de los pueblos indígenas? ¿Qué necesitamos entender para romper estos prejuicios?


Es un error afirmar que son “exclusivos de los pueblos indígenas” porque también han ocurrido en regiones no-indígenas, pero la evidencia empírica (los datos) indican que hay más probabilidad de que ocurran en comunidades indígenas.

Los datos de MINUGUA muestran que en el 79% de los casos se trató de comunidades indígenas, en el 8% de los casos de comunidades mixtas (compuestas de indígenas y ladinos), y en el restante 13% de comunidades ladinas.

Lo importante es entender por qué ocurre con más frecuencia en comunidades indígenas. Yo he sugerido la hipótesis de que el componente colectivo de los linchamientos es facilitado por la enorme capacidad de organización, coordinación y contribución para proveer bienes públicos, que poseen las comunidades indígenas, en comparación con las comunidades no-indígenas.

Las fuertes identidades étnicas, o territoriales, y el agudo sentido de pertenencia a la comunidad hacen que una ofensa contra un miembro de la misma sea considerada como algo que afecta a todos los vecinos. Algo similar ocurre en los mercados, sean estos capitalinos o de cabeceras departamentales o municipales. Así es más fácil la movilización para resolver (o enfrentar) un problema concreto, en este caso la delincuencia. Ver cómo lo han planteado Adams y Bastos (2003) en “Las relaciones étnicas en Guatemala, 1944-2000” (CIRMA, pp. 173-179).

Los datos de violencia homicida en general van en contra del estereotipo de que los indígenas son más violentos (“salvajes”) que los ladinos. Pues, como se ha documentado en varias oportunidades, las tasas de homicidios son muy altas en los municipios no-indígenas del país, mientras que son bastante bajas en los municipios indígenas (comparables con las de los países nórdicos).

Sin embargo, en el caso específico de la violencia colectiva en forma de linchamientos, los datos internacionales también apuntan a la influencia del “factor étnico”. Basta con examinar los casos de linchamientos en México, Bolivia, Perú y Ecuador. Para una exploración más detallada de las distintas hipótesis y las comparaciones internacionales, leer mi artículo publicado en la Revista El Cotidiano No. 152, Noviembre-Diciembre 2008, titulado “Linchamientos en México y Guatemala: reflexiones para su análisis comparado” (pp. 43-51).

3. Si la guerra es una de las causantes de los linchamientos, ¿cómo se explica que no ocurra en El Salvador, con circunstancias muy similares a las nuestras?

Exactamente esa pregunta me llevó a explorar otras variables. Leer lo que escribí al respecto en el ensayo de El Cotidiano, p. 47.

4. Los linchamientos pueden ser, de cierta manera, una escuela del ejército. ¿Lo aprendimos de ellos?

La “escuela del terror” viene desde mucho más atrás en nuestra historia. Recordemos que Pedro de Alvarado decidió quemar a los Señores de Utatlán. Los azotes en la plaza pública era algo común en tiempos de la Colonia. Eso entró a formar parte del “repertorio de castigos públicos” de las comunidades. Lo mismo ocurrió con los castigos aplicados por ambos bandos durante el reciente conflicto armado. Se intentaba aterrorizar para dejar un precedente que tuviera poder disuasivo.

Leer mi POST en el BLOG sobre linchamientos, titulado “Repertorio de castigos públicos: aprendizaje por imitación”. En el mismo se ilustra cómo el castigo colonial es retomado por los indígenas en contra de los mismos colonizadores.

5. ¿Quién es el instigador? ¿Es un líder, la comunidad, alguien apreciado o puede ser cualquiera? ¿Por qué la gente le obedece?

MINUGUA estableció que en el 78% de los casos, la propia comunidad fue la “instigadora”. En un 12% de los casos fueron las autoridades locales las instigadoras de la turba. Ex agentes del Estado contrainsurgente, como antiguos comisionados militares o patrulleros civiles, constituyen el 4% de los casos donde se verificó al instigador. El restante 6% de los instigadores fueron individuos no identificados plenamente.

Considero que se necesita más trabajo de campo (de tipo etnográfico) para entender bien cómo funcionan estos mecanismos de movilización para la violencia colectiva de carácter punitivo.

6. ¿Los linchamientos pueden ser planeados? Tenía la idea de que eran un acto emocional, fruto de un momento de enardecimiento…


Lo que generalmente se contrapone a “emocional” es “racional”. Yo creo que sí hay una racionalidad en los linchamientos. No son fruto de lo que llaman “histeria colectiva”. Por eso apliqué la teoría de la acción colectiva para intentar explicarlos (Ver mi ensayo de 2003). Sin embargo, la racionalidad de este tipo de violencia no implica una “planificación” previa. Claro que se requiere coordinación, convocatoria, distribución de tareas… pero no por medio de instituciones formales (digamos organizaciones locales de defensa civil), sino generalmente por medio de instituciones informales (la campana, los rumores, etc.). Aquí también se requiere más trabajo de campo, por ejemplo: entrevistas a quienes han participado en las turbas.

7. En un linchamiento todos son cómplices. ¿Se ha castigado a alguien? ¿Se podría sancionar o juzgar a todo el pueblo?


De los datos proporcionados por MINUGUA se puede concluir que los principales actores de la violencia colectiva son un pequeño número de instigadores y perpetradores, generalmente hombres de unos 35 años de edad. La mayoría de las personas que conforman la turba son, de hecho, espectadores pasivos.

No tengo a la mano los datos del Organismo Judicial. Habría que hacer esta pregunta a ellos.

8. ¿Qué actitud tienen las autoridades ante los linchadores? ¿Ellos también quedan en la impunidad?

Precisamente, eso está en la raíz del problema. La impunidad es una de las principales explicaciones que dan los miembros de la turba para justificar su “impartición de justicia”.

Además de la impunidad, me preocupa que el Estado todavía no comprende el fenómeno. Por ello, sus políticas para controlarlo no han sido efectivas. Por ejemplo, la explicación que el Organismo Judicial ha dado es la ignorancia de la gente respecto al sistema legal del país.

9. Usted menciona que es un comportamiento epidémico... ¿Es decir si un pueblo descubre que funcionó en el otro lo aplica también?

Sí. Esto todavía no se ha demostrado con los datos, pero hay indicios de difusión por imitación. El “contagio” respecto a previos linchamientos parece ser mitigado por la distancia geográfica y depende también de la severidad del caso previo.

10. ¿Cuál es la diferencia entre la limpieza social y los linchamientos? ¿Sólo la cantidad de actores involucrados?

No. En la llamada “limpieza social” hay transacciones económicas de por medio. Se le paga a un grupo o persona encargada de eliminar a los supuestos delincuentes. Está más organizado el asunto. Además, se hace con mayor discreción, a escondidas. Los cuerpos de las víctimas se abandonan en lugares poco transitados. En este sentido, el mensaje que se envía a los potenciales delincuentes (o “indeseables”) es menos explícito. En realidad no se sabe por qué los eliminaron.

Se dice que la “limpieza social” se practica en el Oriente del país, generalmente por medio de armas de fuego. Pero no conozco datos que nos permitan saber qué porcentaje de los homicidios en el Oriente se deben a este fenómeno.

11. ¿Qué papel juegan la radio y los medios en la organización de linchamientos?

Se ha dicho que juegan un papel importante en la difusión del fenómeno, pues las personas sólo imitan modelos cuando están disponibles y se percibe que tienen algún valor práctico, es decir que se cree que funcionan para resolver un problema concreto. Las noticias sobre linchamientos, en teoría, facilitan esa disponibilidad de modelos. Pero no conozco ningún estudio que demuestre esto para el caso de los linchamientos.

Sin embargo, he notado cierta auto-censura de parte de los mismos medios. A veces se escucha la noticia en la radio, pero no siempre aparece en los medios escritos (al menos en los electrónicos que yo monitoreo).

12. Dice Edelberto Torres que está época más que posbélica se está convirtiendo en Prebélica. La violencia va en aumento. ¿Podría darse otro conflicto armado?

A lo mejor no es “post” ni “pre” sino simplemente bélica. Las tasas de homicidios van en aumento desde el año 2000 (ver mis POSTs en el BLOG de CABI llamado The Black Box http://www.nd.edu/~cmendoz1/homicidios.htm), y están ya por arriba de las tasas estimadas para dos de los años más cruentos del conflicto (1980-81), aunque posiblemente todavía lejos de la tasa estimada para 1982 (no hay datos oficiales de esa época).

Para ver cifras del conflicto armado:

Ball, P. (1999). AAAS/CIIDH database of human rights violations in Guatemala (ATV20.1). http://shr.aaas.org/guatemala/ciidh/data.html (7/24/2004).

Ball, P., P. Kobrak, et al. (1999). State Violence in Guatemala, 1960–1996: A Quantitative Reflection. Washington D.C., AAAS.

13. ¿Qué pasó con los soldados rasos después de la paz? ¿Habrán regresado a sus comunidades a transmitir la cultura de violencia que les enseñaron? ¿Cómo se reinserta en la sociedad un hombre que muchas veces tuvo que combatir contra su propia gente?

Realmente no sé. Se dice que muchos soldados están trabajando en las empresas privadas de seguridad. Habría que verificarlo. Se estima que hay más de 100 mil agentes privados en el país.

Recuerdo que en 1999, cuando coordinaba un estudio sobre la violencia en Guatemala (CIEN-BID), los de MINUGUA decían que la reinserción de los excombatientes había sido exitosa. Al menos en el sentido de que no se formaron bandas de delincuentes como ocurrió en Nicaragua. Desconozco si alguien ha dado seguimiento a esto.

CMA/4mar09.

¿Qué opinan sobre los linchamientos?

Los comentarios al artículo anterior (El linchamiento del sastre) publicado en elPeriódico también son dignos de estudio. Nos revelan los modelos mentales compartidos por muchas personas. CM

1. Douglas L Mejía: El linchamiento debe ser considerado un delito. ¿Cómo es posible que la iniciativa de ley no avance desde el 2001?

La ley por mano propia es resultado del peor de los 3 poderes del estado: el sistema de justicia con todos sus organos.

2. Lic. Ricardo Villate V.: El artículo sólo se merece un concepto y es EXCELENTE y a la autora FELICITACIONES.

3. Rosana Muñoz: Siempre sucede lo mismo, ahora el victimario es considerado víctima, y la verdadera víctima, la secuestrada, que nadie se acuerda de ella, de su sufrimiento, hicieron el mismo reportaje con los familiares de la secuestrada, lo que ellos sufrieron, de una cosa es cierto, pueblo pequeño infierno grande, en toda poblacion pequeña, uno sabe de que pata cojea cada uno de los vecinos,

4. David de Leon: Qué pena por esta persona si era inocente, pero la culpa aquí la tienen las autoridades de gobierno, el organismo judicial y el ministerio público, son tan corruptos que la población ya no confía en ellos.

5. Jorge Solano: Excelente artículo. Triste al mismo tiempo. Qué podemos esperar con gobernantes que no se dedican a sus obligaciones. Hoy la preocuapación es su paquetazo fiscal, el despilfarro de cohesión social, etc, entre otras estupideces.

6. Carlos M. Gonzalez: Qué tremendo drama en esta narrativa y qué dolor para las familias involucradas (de los ofendidos y ajusticiados ) pero qué vergüenza los DIPUTADOS al no darle la importancia que esta Iniciativa merece, no podemos permitir que esto continue es de URGENCIA RENOVAR LA LEGISLACION POR COMPLETO, y empezar a educar a nuestos hijos no podemos involucrarlos en actos de violencia como lo describe en reportaje.. Felicitaciones Sra. Sandoval creo que el escribir sobre ello en un momento le hizo un nudo en la garganta, es crudo pero real y duele tanto porque en un pais tan lido existe tanta VIOLENCIA. Un chapin lejos de su hogar.

7. Rosa Tock: Otra hipotesis: la impunidad como principal factor de mobilización. Si las comunidades se organizan rápidamente para cometer un crimen, cómo es que no se mobilizan de igual manera para prevenirlo?

La violencia fríamente calculada, la represión y el miedo son los resabios más profundos y difíciles de desmantelar después del conflicto armado. Se selló la guerra, pero no se hizo justicia ni el Estado asumió su papel como el legítimo árbitro en la seguridad y la aplicación de la ley.

La inoperancia y falta de coordinación de instituciones de seguridad y justicia casi inexistentes en áreas más remotas, en donde la represión contra la población civil se legitimaron como parte del conflicto interno, siguen siendo caldo de cultivo para esta y otras expresiones de impunidad en el pais.

La pregunta entonces es: ¿De qué manera se revierten las lealtades, los recursos y el potencial de mobiización local (tanto rural como urbano) para un cambio que demande justicia, legitime a las instituciones, reconstruya el tejido social y prevenga esta y otras formas de violencia?

8. Jorge Rodríguez: Tiene mucha razón Mendoza: lo único que quisiera agregar es ese sentido distorsionado de comunidad que se consolida en una sociedad fallida. Recuerdo cuando de niño oí una plática con personas adultas en un pueblo de Chimaltenango: era una historia de odios que habían concluido en asesinatos, no solo crueles sino llenos de detalles macabros. No quiero demonizar, pero por eso no me gustan los discursos étnicos; aunque sean bienintencionados, estos siempre guardan la posibilidad de estos odios que de repente se desbordan. Me imagino que José era 'creído' porque ganaba bien; le caía mal a alguno de los principales de la comunidad.

9. Oscar Márquez: Disculpen si ofendo a alguien, pero en esos pueblos si que son unos salvajes.

10. Jorge Hernández: Antes que nada, es un artículo que deja ver la realidad de la gente de poco entendimiento. Los linchamientos se dan no por raza o nivel social si no por deshumanización del individuo que participa en un acto de salvajismo. Es cierto, las leyes no se cumplen, pero como sociedad, los linchamientos solo llevan a la destruccion de la misma. La violencia solo trae mas violencia.

11. Rigoberto Lopez Ch: Es cierto que la gente está harta de corruptos y ladrones,, pero la solución es PATETICA, excelente el articulo refleja nuestro absoluto subdesarrollo.

12. José Godinez: Muy buen articulo, revela realmente la realidad de las comunidades en nuestro pais, describe la forma grotesca, violenta y salvaje con que estos grupos toman la justicia por su mano, lo mas lamentable que lo estan transmitiendo de generacion en generacion y se vuelve hasta algo "normal" dentro de la comunidad; a diferencia de los delincuentes en el area urbana que se organizan en grupos, al final violencia es violencia y es reprobable. Por otro lado, lo que se menciona en el artículo, pienso, que no se debe confundir la magnesia con la gimnasia, como comparar estos hechos, con lo de paises nordicos, por favor, no tiene la menor idea de lo que dice.

13. Anibal Perez: Lío de líos y, encima, aderezado con una "explicación" sociologica!. Esas comunidades carecen de todo: infraestructura, nivel aceptable de educacion formal (entendida en su nivel de simple instrucción para que lean, siquiera, para que su cerebro desarrolle inteligencia mas alla del rancho!), equivocado sentido de comunidad (eso no significa que, a lo de chispas!, se reunan tanto para lo positivo (temas escolares como municipales) como para lo negativo (borracheras y linchamientos sin que medie un mínimo sentido de busqueda de la verdad. Esa clase de "principales" debe desaparecer paulatinamente: son producto de las carencias de los pueblos y herederos de una confusa cosmogonia que no apunta a nada concreto (revisen las palabras del llamado "principal": peroratas y negaciones cerradas, tajantes y groseras). Desde luego, las soluciones no serán fáciles como no son fáciles de construir, enraizar y mantener una sólida superestructura de leyes, reglamentos, recolección de impuestos y evitar que los alcaldillos abusen de su puesto. De todas maneras es bueno ir a esos pueblos en cuadrilla: en grupo es más dificil que los "confundan" con delincuentes. Viene como anillo al dedo, porque retrata con exactitud la tragedia aqui descrita, la actitud del hermano de Pancho Villa ante el chisme de una acusacion contra uno de sus filas: "ajusilenle, después viriguas".

14. Haroldo Castañeda: Excelente nota! Las cosas lamentables que hay en nuestro país, pero de qué otra manera nos defendemos si no es "ojo por ojo"?? Confiamos en el MP o en la PNC? Sabemos la respuesta. NO. Reitero mi felicitación por el reportaje!

15. Herbert Rivera: Este artículo lo único que refleja es los sub-desarrollado que seguimos y seguiremos siendo............. qué lástima.

16. Dennis Recinos: Esto es culpa de los encargados de administrar la justica ya que la población esta cansada de investigaciones inconclusas como las del MP y de jueces corruptos.

17. Patricia Osorio: Qué gente más salvaje, tanto los violadores como los del linchamiento... la verdad que para estas culturas mayas, nada nuevo... así sacrificaban a los de tribus contrarias desde épocas inmemoriales. Qué pena si este pobre hombre fue una víctima.

18. Teresa Rodríguez: José es una víctima porque aunque hubiera sido culpable lo que merecía es un juicio y después 30 o 40 años de cárcel pero no morir quemado y torturado por todos, porque entonces todos se convierten en asesino. Y por cierto excelente articulo.

19. Jaime López: no estoy de acuerdo con el asesinato, pero tambien a los que se desgarran las vestiduras hay que recordarles en qué país vivimos, porque no se atienden con igual esmero a las víctimas?, se trata de idealizar a los delincuentes por qué será? si recurrimos al estado de derecho (policia, jueces , etc. ) es muy grande el desencanto. por eso la gente honrada ya no acude a ellos.

20. Walter Estrada: La Rigoberta y las premios nobel debien organizar talleres de sensibilización a estas comunidades, en vez de gastarse tanta plata en congresos millonarios. Sobre el tema, creo que Rigoberta está muy lejos de esta realidad.

21. Carlos Mendoza: Para aclarar al Sr. José Godínez, la comparación con los países nórdicos es válida, pues me refiero a las tasas de homicidios. Sobre violencia homicida puede ver datos aquí:

http://www.nd.edu/~cmendoz1/homicidios.htm


Para leer la entrevista completa que me hizo Marta Sandoval pueden ir aquí:

http://linchamientos.blogspot.com/2009/05/entrevisa-sobre-los-linchamientos.html


Se me olvidaba una aclaracion sin importancia. No soy sociologo, sino economista y politologo.

22. Josue Augusto Perez Figueroa: !Requiem por Guatemala!

Los gobernantes (cuales?), los jueces (?) tienen mucha culpa. Un Estado se erige para respetar la vida, y en nuestro caso es lo contrario. El Estado se ha erigido para NO RESPETAR LA VIDA y poco importa a los gobernantes lo que pasa con esos linchamientos. No apoyo tales actos y tampoco los del CANG son santos de mi devocion pues a ellos parece que no les afecta nada de nada tales hechos y guardan mutis, y los de la CC estan preocupados por los 85 mil que ganan es el salario minimo y estan peleando por sus prestaciones. Cual es el sentir de la CSJ, de la CC, del MP, de la PGN, ante tales hechos y a quienes la CONSTITUCION, torpemente les ha econmendado el ORGANISMO JUDICIAL para que con su "curriculum" de jurista pueden ejercer tan alto cargo. No sentiran estos profesionales del derecho que han defraudado la confianza que los CONSTITUCIONALISTAS (abogados tambien) les honraron con semejante privilegio. Si a Gandara y Colom les queda grande el traje de funcionarios publicos, cuan grande les quedara el traje a nuestros abogados y notarios?

Porque si los jueces temen por su vida, les recuerdo no solo los militares tienen que morir por la patria sino todo ciudadano, porque dulce cosa es morir sirviendo a la patria. Digo yo.

23. Mauricio Sis Sajcap: Al final de cuentas el calificativo de "salvajes" es valido. Soy parte de esta raza indigena, que esta totalmente fuera de los planes de gobiernos, de politicas de insercion y conformar una sociedad integrada, sin discriminacion, al mismo nivel que los demas. De esta cuenta la eduacacion que debiera llegar a toda la poblacion y que esta consignada en la constitucion como deber de estado, no la hay o es escasa y precaria. Y asi como no vamos ha hacer un pueblo de salvajes, sin respeto, dialogo, razonamiento. Y que decir de la justicia, un organo de estado donde se supone que la educacion e inteligencia es la que gobierna, casi medio centenar de intentos en elegir al presidente. Como pretendemos ser un pais de paz y concordia... La educacion sera la unica que nos sacara alguna vez de esta pobredumbre, y esto es en todos los ambitos...

24. Carla Lopez: Qué buen reportaje. Lamentablemente en Guatemala el linchamiento es la salida que encuentran los pobladores para hacer justicia, ya que las autoridades a las que les corresponde están ocupadas viendo como cometen hechos de corrupción.

El linchamiento del sastre

por Marta Sandoval
elPeriódico (10 mayo 2009)

Después de la golpiza y justo cuando su cuerpo empezaba a arder en llamas, José Tecú se desmayó. Y el desmayo fue un alivio, porque el dolor y el miedo llegaban ya a niveles intolerables. Su cuerpo permanecía en el suelo, rodeado de decenas de personas que no querían irse sin, al menos, haberle asestado un puntapié a aquel hombre que más bien parecía un saco de huesos rotos. Pero el desmayo duró poco y con la conciencia llegaron los rostros de seres iracundos que le insultaban. Con el único ojo que le quedaba alcanzó a ver los cascos de la Policía que intentaban inútilmente calmar a los pobladores. Quiso rodar por el suelo para apagar las llamas que le calcinaban, pero el calor y el ardor en la piel eran inmensos, no pudo hacer nada, sólo permanecer en el suelo y dejar que las llamas se fueran comiendo su cuerpo. “Yo ya estoy muerto”, pensó, y acto seguido le pidió a Dios que saliera a su encuentro, “¿por qué no te veo si ya estoy muerto?”, le decía. Fue el único sobreviviente de los tres linchados el 12 de enero de 2009, en Camanchaj, Quiché.

Los acusaban de haber secuestrado a Ana Ajanel y a su hija de cuatro años. Pero el rapto está rodeado de misterio, nadie habla de eso y Ana se niega a contar lo que pasó. Algunos dicen que la violaron frente a la pequeña, otros dicen que les quemaron la piel con cigarros y hay otros que aseguran que no les hicieron nada, que sólo las retuvieron unas cuantas horas hasta que el esposo pagó el rescate. Se dijo además que los pobladores encontraron armas, huesos y un cráneo humano en la casa de los supuestos secuestradores.

Y todo esto lo dicen por lo bajo, porque nadie en el pueblo se atreve a aludir el asunto de frente. “Ya eso está cerrado, no hay nada más que decir”, dice Tomás Saquic, uno de los “principales” de Camanchaj. Sus palabras suenan como pedradas a través de la línea telefónica, “no esté preguntando nada, ya se hizo justicia y eso es asunto nuestro”, asevera, “lo único que le puedo decir es que aquí tenemos mano dura y sabemos que la Policía, los derechos humanos y los jueces son unos corruptos”. No hay más palabras.

El sobreviviente

La televisión escupe un partido de fútbol al que nadie le presta atención. La pantalla ilumina seis camas altas y ajadas donde descansan enfermos, recién operados y convalecientes. En la marcada con el número cinco yace José Tecú, tratando de conseguir unos minutos de sueño.

Está cubierto por una sábana azul, tan delgada que se trasluce en su cuerpo amarillento. No tiene almohada, en su lugar su esposa ha acomodado un suéter y una toalla a la que José da forma constantemente. Recién le han retirado la comida y el olor se esparce todavía por la habitación. Es un olor agrio, que se confunde con el cítrico exagerado del desinfectante y el hedor a piel quemada. “Uno se acostumbra rápido, al principio me daba náusea este lugar, pero ya no lo siento”, dice, mientras saca uno de sus brazos de debajo de la manta. Entrecierra los ojos y hace un puchero, su rostro denota que mover la mano no ha sido fácil. Y mano es un decir, porque en realidad lo que José tiene es un colgajo de carne fétida amarillenta, peor aún es el estado de su pierna derecha, un hueso expuesto y quemaduras que se niegan a sanar, eso fue lo que luego de tres meses de padecimientos acabó con su vida. “Me metieron en su lío, yo no tuve nada que ver”, asegura y lo dice alzando la voz, como para cerciorarse de que sus compañeros de cuarto lo han escuchado, y también la mujer que restriega insistentemente un trapeador contra el suelo.

Son los últimos días de febrero y el Hospital Roosevelt está colmado de pacientes. En los pasillos una serie de camillas de metal oxidado se esfuerzan por sostener a los enfermos que ya no caben en los cuartos. Algunos cuidan de no moverse demasiado porque a su lado está un bacín repleto de orines que la enfermera se olvidó de vaciar. Eso es lo que José Tecú observa a diario, “el doctor dice que puedo estar hasta seis meses más aquí”, cuenta con la voz entrecortada. Ese día no podía siquiera imaginar que un mes más tarde tendría que tomar una decisión definitiva: la pierna o la vida. O le amputaban la extremidad carcomida por el fuego o la infección se regaba por todo el cuerpo. Eligió la pierna y el 28 de marzo falleció.

El día más largo

El lunes 12 de enero la esposa de José se levantó antes que el sol. Preparó café y dejó pan en la mesa, después se colocó el canasto con verdura sobre la cabeza y salió sin hacer ruido. Camino al mercado sospechó que algo pasaba en el pueblo porque la calle estaba más animada que de costumbre. No se distrajo, siguió su ruta sin preguntar nada. Ese día recibió pocos clientes, “seguro que hay algo en el salón de usos múltiples” pensó, no por eso nadie se asomaba por el mercado. Pero a media mañana se apareció alguien, no era un cliente, sino su suegro con el rostro pálido y las manos temblorosas: “Están quemando a José”, le dijo, entonces comprendió que el salón de usos múltiples estaba siendo utilizado para uno de los múltiples usos: un linchamiento.

La noche anterior Ana Ajanel había identificado a sus captores. La noticia se fue esparciendo como se esparce la lluvia, sin dejar nada seco. Personas de los ocho cantones vecinos llegaban a intervalos regulares, preguntando dónde estaban los delincuentes y cómo podían ayudar. De acuerdo a los bomberos, llegaron unas mil personas. Se iba a hacer justicia para Ana. De esa cuenta una turba fue a la casa de José Conox y otra a la de Diego Morales. Los sacaron a rastras y los vapulearon hasta el amanecer.

Pero los Ajanel sabían que había un tercer cómplice, alguien a quien Ana no logró reconocer.

“Dijeron mi nombre por decir algo”, cuenta José, en su mirada no hay rastros de ira, ni en su tono de voz indignación. Más bien parece resignado, “los estaban golpeando y a lo mejor pensaron que si decían un nombre los iban a dejar y el primero que se les ocurrió fue el mío”, dice José que vuelve la mirada al televisor y pide que lo apaguen, el enjambre de palabras del narrador le está causando mareo.

El día del linchamiento, a eso de las siete de la mañana, la puerta sonó insistentemente en la casa de José. “Seguro mi mujer olvidó algo”, pensó y se levantó descalzo, medio dormido. No era su esposa, sino un grupo de vecinos que le exigían que saliera. Los cuatro hijos del matrimonio se despertaron sobresaltados, “¿a dónde te llevan papa?”, preguntaban, y José, con sonrisa y la voz serena les aseguró que era un problema por la junta escolar, de la que él formaba parte. “Se va a arreglar rápido”, prometió. En el camino al salón iba pensando que en cuanto le dieran la oportunidad explicaba todo.

No hubo tiempo de explicaciones ni nada. De un momento a otro estaba en el centro del salón recibiendo puntapiés y piedras de los asistentes. Se cubría la cabeza con las manos hasta que uno de los residentes se las ató en la espalda. Después logró ver a un chico, “tendría unos 15 años”, acercarse con un galón de gasolina. Entre los pies y manos armadas de palos, José divisaba una ambulancia y tres bomberos recostados en ella. “No podíamos entrar”, dice Tomás Xon, uno de los paramédicos. “Cuando hay pleito nunca dejan, lo único que uno puede hacer es estar listo para cuando la gente los deje libres o se canse, a ver si todavía nos los entregan vivos”. Y los dieron más muertos que vivos. Los rescatistas los llevaron al hospital de Sololá. Allí murió Conox. Morales y José Tecú fueron trasladados al día siguiente a la capital. A Morales le dio un paro respiratorio días después.

La Policía no intervino nunca. “Con mil personas enojadas uno no se puede meter”, dice el inspector Vargas de la Policía Nacional Civil, “terminaríamos hechos ceniza nosotros también, nadie nos iría a rescatar. Pedimos refuerzos, que nos manden gente de la capital para ver si así podemos controlar la situación, pero los mandan por tierra y tardan mucho en llegar, si los trajeran por aire sería rápido, pero así no se puede”, se queja y luego da una advertencia: “No ande preguntando por ahí qué pasó, porque medio hacen una bulla y en un ratito se juntan todos y viene el fuego”.

Para el Ministerio Público dar con los incitadores es complicado y arriesgado. “No podemos entrar, la comunidad está cercada”, comenta el fiscal Casimiro Efraín. Investigar un linchamiento requiere además de astucia, tener una vocación un tanto suicida. Todos en el pueblo son cómplices y actuaron en conjunto por lo tanto nadie hablará. No confían en la Policía, no denuncian ni les dejan actuar.

Sin embargo Efraín ya ha conseguido llevar a prisión a los causantes de un linchamiento. Fue en 2002, los vecinos de la aldea Chicua III, a unos 10 minutos de Camanchaj, lincharon a 2 personas. Los acusaban de estafa. Las 2 víctimas habían promovido un proyecto para ampliar la cobertura de energía eléctrica en el pueblo, pretendían llevar alumbrado a varios sectores oscuros. Hicieron una colecta entre los habitantes, pero la obra no se realizó. Así que un día, sin mediar palabra, fueron por los que prometieron la luz y les cegaron la vida. En ese entonces Efraín y su equipo lograron convencer a los familiares de las víctimas de que identificaran a los líderes del linchamiento. De esa cuenta lograron dar con los 12 promotores. Tres de ellos fueron condenados a 40 años de cárcel, 7 están prófugos, uno murió poco después del hecho y el último fue capturado en febrero y está a la espera de juicio.

Para atraparlos se valieron de su astucia. Entrar por ellos al pueblo era imposible. “Nos matarían”, cuenta el fiscal. Pero los vigilaron desde afuera y cuando, creyéndose libres, los promotores del linchamiento salieron del pueblo la Policía ya los estaba esperando. En el caso de Camanchaj ningún familiar de los fallecidos ha querido hablar, José, único sobreviviente, dice que no reconoció a nadie. “Los tienen amenazados, viven bajo presión”, cree Efraín, “por eso nadie vio nada, nadie supo nada”.

La Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Guatemala (Minugua) estableció que en el 78 por ciento de los casos, la propia comunidad fue la “instigadora”. En un 12 por ciento fueron las autoridades locales. Ex agentes del Estado contrainsurgente constituyen el 4 por ciento de los casos. El restante 6 por ciento fueron individuos no identificados plenamente.

¿Linchar es delito?

En muchas ocasiones los pobladores no creen que están cometiendo un delito al linchar... de hecho según la ley no lo están haciendo, porque el delito de linchamiento no existe en el Código Penal guatemalteco. Los jueces logran condenarlos bajo cargos de asesinato, reunión ilícita, daños físicos, desorden público, complicidad y negación de auxilio. La iniciativa de ley que pretende tipificar el linchamiento como un delito y que contempla penas para todo aquel que asista o colabore, está tragando polvo en los archivos del Congreso desde 2001.

Sin embargo, luego del linchamiento en Camanchaj quedó en el pueblo una sensación extraña, como si se tuviese conciencia de que se actuó mal. La gente no sale de sus casas, si se ven en la calle se saludan bajando la mirada. “Ellos saben que todos son cómplices y por eso nadie habla”, dice el fiscal Efraín.

La esposa de José le acaricia la frente, mientras él trata de olvidarse del dolor. Sentada a la izquierda de la cama está la hermana menor de José, las 2 mujeres no se explican por qué pasó eso, si en el pueblo la familia siempre fue vista con buenos ojos aseguran. Son de la etnia maya quiché, al igual que el resto de la población de la aldea. Hay quienes ven en los linchamientos un problema cultural y otros que les tachan de racistas. Los datos de Minugua revelaron que el 79 por ciento de los casos de linchamientos ocurrió en comunidades indígenas, un 8 por ciento compuestas de indígenas y ladinos y en el restante 13 por ciento de comunidades ladinas.

“Lo importante es entender por qué ocurre con más frecuencia en comunidades indígenas”, dice el sociólogo Carlos Mendoza. “Yo he sugerido la hipótesis de que el componente colectivo de los linchamientos es facilitado por la enorme capacidad de organización, coordinación y contribución para proveer bienes públicos, que poseen las comunidades indígenas, en comparación con las comunidades no indígenas. Las fuertes identidades étnicas, o territoriales, y el agudo sentido de pertenencia a la comunidad hacen que una ofensa contra un miembro de la misma sea considerada como algo que afecta a todos los vecinos”, agrega.

Sin embargo la violencia común es más frecuente en comunidades no indígenas. “Eso va en contra del estereotipo de que los indígenas son más violentos, “salvajes”, que los ladinos. Pues, como se ha documentado en varias oportunidades, las tasas de homicidios son muy altas en los municipios no indígenas del país, mientras que son bastante bajas en los municipios indígenas incluso comparables con las de los países nórdicos”, afirma Mendoza.

En 1999 se creó la Comisión Nacional de Prevención del Linchamiento, con la intención de educar a la población. Pero no ha conseguido demasiado. En 2007 hubo 43 casos, el año pasado 56 y en lo que va de 2009 ya se contabilizan 30. “Toda la violencia ha ido en aumento, en todos los sectores”, dice Mildred Luna, que preside la comisión. El último programa que han implementado se llama “Ama la vida, no la destruyas. No seas parte de un linchamiento”, que ha llevado el mensaje a las radios y a los canales locales de cable en los municipios.

La madre de José hizo un viaje largo para poder ver a su hijo. Lo encontró con los ojos vidriosos, la piel quemada y dolor en todo el cuerpo, pero vivo. Habla muy poco y su hijo tiene que traducirle las preguntas al español, no comprende por qué pasó eso, si José es hombre de bien, dice, un sastre trabajador y buen padre. La madre tiene debajo de los ojos dos bolsas largas y profundas, tapizadas de canales horizontales que le forman pliegues, le cuesta caminar y está visiblemente cansada, pero debe volver pronto porque está cuidando a sus nietos, el menor de cuatro años. José baja la mirada e inclina la cabeza. Está pensando en lo que viene después, cuando salga del hospital. “Yo voy a regresar allá”, dice de repente como si acabara de tomar una decisión trascendental en su vida, “voy a seguir de sastre, porque yo ganaba bien”. ¿No tiene miedo? “no, yo creo que ellos se dieron cuenta ya que yo no tuve nada que ver”, asegura.

No tuvo tiempo de volver para demostrarlo ni para enfrentarse a la justicia, esa de jueces y procesos largos.


En San Pedro Yopocapa, los curiosos se acercan a un linchado.Todos son cómplices, aunque no todos lo saben. Con estar presentes ya cometen un delito. Foto de archivo de elPeriódico.

07 May 2009

Antecedentes históricos de castigos públicos

Carlos A. Mendoza

Vuelvo sobre el tema de los castigos públicos, que han sido aprendidos-enseñados a lo largo de la historia e incorporados en el repertorio de las comunidades. Al respecto, los historiadores tienen mucho que enseñarnos. Por ejemplo:

Lutz, Christopher. Santiago de Guatemala: historia social y económica, 1541-1773. Guatemala, Guatemala: Editorial Universitaria, Universidad de San Carlos de Guatemala, 2005.

En página 228 documenta un caso de azotes: en 1715, una mujer mulata que vendía carne ilegalmente en la plaza mayor "fue apresada y azotada públicamente como advertencia a sus compañeras." También menciona en una nota que otra mujer mestiza había recibido diez azotes en la plaza central y fue encarcelada.

Estos castigos públicos eran administrados por las autoridades coloniales.

Linchan a violador de niña

por Leysser Magzul
Diario AlDía (20 abr 2009)

Cientos de pobladores de la aldea Santa Sofía, de San Pedro Yepocapa, Chimaltenango, vapulearon e incineraron la noche del sábado al lugareño Alfonso Ajú Sanchez, de 22 años, sindicado de haber ultrajado y asesinar el jueves último a una niña de 3 años con 8 meses.

Junto a Ajú también le propinaron golpes a su presunto cómplice Nilson Sánchez Flores, de 20, de la vecina aldea de Yucales, quien no ameritó ser llevado al hospital y fue entregado a agentes de la PNC.

Los airados vecinos no permitieron la intervención de las autoridades y la emprendieron contra algunos agentes y soldados, por lo que sufrieron heridas el oficial tercero de la PNC Margarito López y el subteniente del Ejército Héctor Sáenz.

Los vecinos aseguran que otros tres hombres están involucrados en el crimen de la bebé, a los que buscan en el sector.

04 May 2009

Turba vapulea a dos supuestos ladrones en Escuintla

por Enrique Paredes
Prensa Libre (4 may 09)

Una turba vapuleó anoche a dos supuestos delincuentes, a quienes señalaba de haber asaltado y golpeado a una pareja, informó la Policía Nacional Civil (PNC).

El incidente ocurrió en la colonia Quetzal, Escuintla, donde Carlos Enriqe López y su novia Adonias, de 28 y 25 años, respectivamente, fueron atacados por los delincuentes.

Los supuestos responsables, luego de ser localizados por testigos, fueron atacados por los enardecidos vecinos.

La PNC acudió al lugar cuando la turba ya se había alejado y los supuestos ladrones permanecían malheridos en la vía pública.

Vecinos consultados dijeron que la delincuencia impera en su colonia, que se aprovecha de la oscuridad y la falta de alumbrado público, sin que las autoridades hagan algo para detenerlos.